viernes, 13 de noviembre de 2009

Alta ruta de los Pirineos



ALTA RUTA
DE LOS PIRINEOS EN BICICLETA DE MONTAÑA



Autor de la leyenda:
Antonio Marín
Los componentes del club ciclista Ceuta, Salvador Guerrero, Antonio Marín, Francisco Garciolo y Francisco Astorga, intentamos realizar en el 94 la difícil travesía por los pirineos en bicicleta de montaña, se trataba de una aventura a medio camino entre el ciclismo y el montañismo, caracterizada por desarrollarse en alturas próximas a los 2000 metros, recorriendo de este a oeste la Cordillera Pirenaica. Nuestro camino seguirá en ocasiones las sendas de pastores de los rebaños trashumantes, en otras por los pasos que los contrabandistas efectuaban su tráfico ilegal, y cruzaremos los parajes en que se refugiaban maquis e incluso terroristas perseguidos. Al caer en desuso la mayoría de estos antiguos caminos, nos encontraremos tramos en que el camino o senda desaparece, y será entonces cuando saquemos partido del buen trabajo de preparación topográfica que hemos realizado, para no perder la orientación deberemos recurrir al mapa, la brújula y el altímetro. Los perfiles de etapa que hemos realizado nos muestran pendientes de hasta el 50%, que solo será posible superar utilizando el "cambio de dos pies y bicicleta al hombro".


Este relato se dividirá en varios capítulos en el que contare algo parecido a un diario que comprenderá entre el domingo 12 de junio y el sábado 18, primer y último día que montamos en bicicleta. El viernes 10 de junio hacia las 15,00 horas salimos en el barco dirección Algeciras, en un vehículo todo terreno marca Mitsubichi, marchamos hasta Granada donde hicimos noche cerca del pantano de Cubillas donde Antonio tenía una vivienda. El día siguiente, sábado continuamos el viaje en coche, llegando a Burguete ( Navarra ), sobre las 21,00 horas, allí nos alojamos en el Hostal Burguete, que teníamos reservado. Se trata de un edificio antiguo, pero confortable, que conserva en buena medida su antiguo mobiliario, con fotografías de valles pirenaicos navarros y algunas del propio hostal de hace varias décadas. La temperatura en aquellos momentos era inferior a los 10º C, pero el interior del hostal era cálido. Burguete es un pueblo pequeño y tranquilo. En la calle puedes ver bicicletas que sus dueños han dejado sin temor de que alguien se las pueda llevar. El servicio en el hostal era excelente, durante la cena el camarero nos acompaño en las bromas, invitando la casa al consabido vasito de licor.

1ª ETAPA:

( Puerto de Ibañeta ( 1.040 m. ) Orbaiceta ) despiste con el coche de apoyo A la mañana siguiente, en plena forma después de un buen sueño y un reparador desayuno, recorrimos en coche los 15 km. de distancia que nos separaba hasta el puerto de Ibañeta, donde empezaba la jornada de bicicleta. A las 10,20 h. salimos del puerto de Ibañeta ( 1.040 m. ) con una temperatura de 8º C. El fuerte viento aumentaba el efecto del frío. La etapa comienza con una durísima ascensión, durante unos 4.000 m. Así alcanzamos los 1420 m. de altitud.




Durante 2.000 metros aproximadamente nos mantuvimos a ese nivel de altura, acompañados por el Mitsubichi Montero, hasta el pie del monte Urculu, que domina con su altura toda la zona. De nuevo estábamos sufriendo el azote del viento, pero el lugar nos proporcionaba una vista maravillosa. A partir de ese punto el Montero no nos podía acompañar. Además, un mal contacto había descargado la batería y dañado algún componente eléctrico. Así pues, quedamos, como estaba previsto, vernos hacia las 17,00 horas en el embalse de Irabia. Para ello debíamos recorrer unos 30 km. en 4 horas, mientras que el vehículo debía buscar un taller en el lado Francés de la cordillera, que resultaba más accesible que el lado Español. Continuamos descendiendo campo a través durante unos 4 km. hasta el cruce de la fábrica de Orbaiceta, una antigua fábrica de armas, ya fuera de uso. Nuestro entusiasmo era tanto que olvidamos por completo que al llegar a ese punto debíamos comenzar el ascenso al collado de Orgambida, por lo que continuamos descendiendo unos 3 km. Advertidos del error, tuvimos que volver sobre nuestras rodadas, acumulando algo de retraso sobre el horario previsto.
La subida al collado de Orgambide (1000 m.) no tuvo mayores dificultades, y la realizamos en compañía de un grupo de franceses. Desde ese punto continuamos en paralelo con la frontera, descendiendo durante unos 4 km. hasta la borda de Arpeko ( 840 m.) Una borda es una casa de pastores. Actualmente las bordas están deshabitadas, lo bonito de este lugar es, como se puede apreciar en la fotografía de la cueva, que está muy próxima a la borda, es que se encuentra encajonado entre montes con fuertes pendientes de pastos, que se alzan 400 m. por encima del lugar.



A partir de ese punto debíamos efectuar una durísima ascensión a pie, para alcanzar el camino Fabrica de Orbaiceta-Embalse de Irabia. Ascender casi 400 m. con una bicicleta, llevándola al hombro en ocasiones, empujándola otras veces, nos resulto duro, y hacía presagiar lo que podía esperarnos en otras etapas. A parte de la dureza que hemos reseñado conseguimos llegar hasta la presa del embalse de Irabia hacia las 18.00 horas. En ese punto de contacto no se encontraba el vehículo, ya que se tardo bastante en repararlo. Tras esperar una media hora comenzamos a descender hacia Orbaiceta, pidiendo a los vehículos con los que nos cruzábamos que avisasen de nuestro paradero al fácilmente reconocible Mitsubichi. Nos alojamos en Orbaiceta, y sobre las 22,30 horas apareció Garciolo que había llegado tarde a la cita debido a la avería, pero al que, tras buscarnos por los alrededores del embalse, le habían indicado donde estábamos. La llegada de nuestro coche de apoyo nos alegro muchísimo. Por una parte estábamos lógicamente preocupado de que hubiese podido sufrir un accidente, y por otra necesitábamos algo de ropa para cambiarnos y el coche para continuarla aventura el día siguiente. La consecuencia principal del retraso fue precisamente el tener que dormir en Orbaiceta, y no en Zuriza, como teníamos previsto, lo que nos provoco un retraso en la siguiente etapa, con importantes consecuencias.




2ª ETAPA:
(Orbaiceta - Candanchú) no la pudimos culminar El lunes 13 de junio, salimos de Orbaiceta en el vehículo, para ir a Zuriza (Valle de Ansó). A pesar de que íbamos con retraso, ya que debíamos haber efectuado ese traslado el día anterior, y no pudimos hacerlo por la avería del vehículo, quisimos ver las posibilidades que existían de efectuar el recorrido que se había planificado. Llegamos a Zuriza sobre las 11,30 de la mañana. Pensábamos que si hacíamos el principio del recorrido inicialmente previsto en coche, en lugar de hacerlo en bicicleta, conseguiríamos recuperar nuestro retraso. Sin embargo, nos informamos en el camping de Zuriza de que la pista del barranco de las Eras estaba cerrada con barrera al tránsito de vehículos. Nuestro Objetivo era llegar a Candanchú, final previsto de etapa, así que, en vista del retraso que continuábamos acumulando, eliminamos casi la mitad de la 2ª etapa, decidiendo desplazarnos en el coche al Refugio de la Mina, antiguo refugio militar abandonado en el valle de Hecho, desde el que ascenderíamos con la bicicletas hacia el Ibón de Estanés, y desde ahí descenderíamos hacia Francia, para de nuevo entrar en España por el Puerto de Somport, cerca ya de la estación de esquí de Candanchú. En el recorrido desde Zuriza al Refugio de las Minas tuvimos muchos problemas con la baca del coche, que estaba a punto de romperse, incapaz de aguantar el peso de las tres bicicletas y los continuos saltos propios de la marcha por pistas y carreteras secundarias. Llegamos al Refugio a las 13,30, bajamos la bicicletas, arreglamos un pinchazo que no se había detectado anteriormente, y nos pusimos rápidamente en marcha por lo que quedaba de una pista, en muy mal estado, pues tubimos que empezar a pie, llevando las bicicletas a una mano y nuestras mochilas con algo de comida y ropa. Algo más adelante la pista mejoraba lo suficiente para permitir ir en bicicleta, y así sobre las 14,00 llegamos al nacimiento del río Aragón Subordán. La belleza del paisaje nos impresionó. En primer lugar habría que decir que la temperatura era ideal. Tras haber padecido un intenso frío el día anterior, era muy agradable poder usar nuestros mallots de manga corta. Ante nosotros teníamos un amplio circo de montañas de alturas comprendidas entre los 2.000 y los 2.500 metros, con sus laderas nevadas. La explanada que se había formado en ese circo glaciar, tiene tres kilómetros de longitud, por quinientos metros de anchura, El suelo era una alfombra de césped y flores silvestre salpicando de color toda la extensión que podíamos contemplar, y serpenteando y diversificandose en cientos de ramales y lagunas, el río Aragón Subordán, de ahí el nombre que recibe el lugar, que es conocido como "Aguas Tuertas", es decir aguas torcidas.



En un principio subestimamos el esfuerzo que suponía atravesar lo que parecía ser una llanura sin dificultad, pero lo que parecía terreno firme era en realidad un terreno completamente empantanado. Decidimos avanzar por la margen derecha del río, así que nos descalzamos y atravesamos. Montamos en las bicicletas y unos metros más adelante, de repente el terreno se hundió bajo nuestras ruedas y alguno hundió los pies en barro. Comprendimos que el agua y barro oculto bajo las hierbas no nos permitirían avanzar a media ladera. La ladera de la margen izquierda del río era más accesible, por lo que ¡vuelta a atravesar el río!. El problema que a continuación tuvimos que enfrentar era la sucesión de subidas y bajadas entre piedras, que nos obligo a arrastrar las bicicletas durante casi dos kilómetros. A medida que avanzábamos íbamos encontrando terreno un poco más seco en el fondo del valle, por el que avanzar subidos en las bicicletas. Finalmente llegamos a la última curva del río que se interponía en nuestro camino, esta vez menos profundo y con un lecho más firme, que pasamos sin dificultad. A partir de ahí comenzaría la parte más dura de la jornada.



Eran aproximadamente las 16,00 horas. No había tiempo que perder, pues era posible que en el Ibón de Estanés nos encontrásemos niebla, como efectivamente ocurrió. El camino estaba indicado con las marcas rojas y blancas de la GR 11, Gran Recorrido 11, llamada también senda Pirenaica. La ascensión hasta el Ibón de Estanés fue durísima, impropia de una subida en bicicleta, que arrastrábamos penosamente de vez en cuando, teniendo que llevarla al hombro casi todo el tiempo. Atravesando los primeros neveros llegamos al fin a un pequeño collado desde el que veíamos el Ibón de Estanés. Ibón es el nombre aragonés para los lagos de montaña, asociados a los circos glaciares. Para aquel entonces nos habían surgido tres dificultades: la primera que Antonio Marín tenia las suelas de las zapatillas despegadas por el talón y la planta, es decir, sujetas solo por la puntera. Ese problema se soluciono provisionalmente amarrando las suelas con pequeñas cuerdas que pasaban por encima del empeine. El segundo problema era que teníamos la niebla unos cincuenta metros por encima de nuestras cabezas, por lo que no distinguíamos referencia lejanas, la única referencia que teníamos era el propio lago, que podíamos ver en el mapa. El tercer problema era que el altímetro se nos había estropeado, por lo que sabíamos que una vez que iniciáramos la marcha y dejásemos atrás el lago, al no poder observar bien lo que teníamos delante, ni conocer la altura, deberíamos fiarnos casi exclusivamente de nuestro sentido de la orientación.



Aparente mente debíamos buscar marcas de otros caminantes a la misma orilla del lago, cuando, de repente, vimos unas marcas hechas con piedra que indicaban un paso en dirección este, que era nuestra dirección aproximada de marcha. Apremiados por el retraso que llevábamos, pues era aproximadamente las 6 de la tarde, emprendimos la marcha siguiendo las marcas. En ese momento no lo sabíamos, pero íbamos en una dirección que nos acercaba a los picos de Bisaurin y Aspe, de casi 3.000 metros. La salida correcta del lago la dejamos muy cerca y comenzamos a atravesar neveros, siempre subiendo. Primero ascendimos unos 70 metros, hasta llegar al collado donde creíamos que estaba el paso, y en lugar de encontrar una bajada encontramos un nuevo collado, oculto por el anterior. Durante una hora subimos fuertes pendientes, bajamos unos metros y volvíamos a subir, la bicicleta era un verdadero estorbo, difícil de sujetar cuando atravesábamos neveros de nieve blanda, en la que existía el peligro de caer en los agujeros tapados por débiles puentes de nieve. De pronto las marcas de piedra indicaban la ascensión a las altas cumbres bajo las cuales nos encontrábamos. Evitando la ascensión a los picos, continuamos subiendo collados, hasta encontrarnos con una panorámica sobre la carretera francesa que llevaba al puerto de Somport, y con vistas al barranco de Aspes y a neveros llenos de "Sarrios", la cabra pirenaica, Era imposible descender . Había unos cortados de 300 metros de altura. No había ningún pequeño paso para bajar de allí, aunque lo buscamos.



Ya eran las siete y media de la tarde. La verdad es que de una manera muy inocente nos habíamos "enriscado". La etapa había comenzado muy tarde y la precipitación nos había hecho ser un poco temerarios. Sin embargo, a pesar de los apuros que habíamos pasado, teníamos un sentimiento de gran satisfacción. Estábamos en buena forma física y ya conocíamos la vuelta, que era casi todo bajada. Aún tuvimos unos minutos para saborear la inmensidad de la montaña, la quietud y el silencio sobrecogedor que tan solo rompía el mugir de los sarrios. Rápidamente emprendimos la vuelta, no tan deprisa como deseábamos, ya que las zapatillas de Antonio parecían que no aguantarían, y por un terreno lleno de aristas de piedra, Eso nos había impedido el descenso antes del anochecer. Aún hubo que hacer un par de reparaciones en las zapatillas que aguantaban a duras penas. De hecho ya empezaba a oscurecer, y la niebla estaba descendiendo, amenazaba nuestra marcha. En los escasos tramos en los que era posible subir en la bicicleta la necesidad aumentaba nuestra decisión, haciendo que atravesásemos pasos difíciles que en condiciones normales habríamos pasado a pie.




Así llegamos hacia las 9,00 al río Aragón Subordan que había que cruzar. Paco Astorga cruzo en bicicleta sin detenerse a pensarlo. Salvador y Antonio estaban más indecisos. Salva busca un sitio para vadear fácilmente, y tras pensárselo mucho, mete un desarrollo excesivamente blando y avanza, pero a mitad del río se queda pedaleando en vacío, perdiendo el equilibrio con el consiguiente chapuzón de cuerpo entero en un agua muy "refrescante". Antonio, en vista de lo sucedido, se baja de la bicicleta y cruza a pie, sin descalzarse, puesto que llevaba las zapatillas amarradas. Tras un rápido cambio de ropa, c intercambio de bromas, comimos unos frutos secos y continuamos a toda pastilla, para llegar cuanto antes a algún lugar desde el que llamar a Garciolo, que nos esperaba en Candanchú y debía estar lógicamente preocupado. Por fin llegamos a la pista a las 9,45. Bajamos casi todo por pista y un poco por carretera, durante unos 15 Km, completamente solos, con los pies helados y de noche, hasta que llegamos al camping-refugio Selva de Oza, aproximadamente a las 10,30. Enseguida llamamos a Garciolo, que nos había estado buscando con el coche en los alrededores del puerto del Somport, y, ya preocupado, había pedido auxilio a la Guardia Civil. Estaban esperando a ver si aparecíamos, y preparados para salir a buscamos 24 guardias de la Academia de Montaña. Nos dimos un banquete de bocadillos fríos, nos pusimos calcetines que cl guarda amablemente nos prestó, y los tres solos en el austero refugio de treinta plazas, en cl que no había más que unas literas con colchonetas y mantas descansamos como si estuviésemos en el mejor hotel de 5 estrellas.




3ª ETAPA:

En el número anterior os contábamos la gran cantidad de tropiezos que tuvimos en la 2ª etapa. La mañana del 14 de junio salió nuestro coche de apoyo desde Candanchú, punto que no pudimos alcanzar el día anterior, para recogernos en el camping Selva de Oza. Teníamos la intención de aprovechar la tarde realizando al menos la segunda mitad del recorrido previsto para la 3' etapa, Collado de lzas-Tramacastilla-Búbal. Al llegar el coche empezamos a cargar el material y nos encontramos con el problema de que la baca estaba muy debilitada por el peso de las bicicletas y el continuo traqueteo de los días anteriores, hasta el punto de que no podíamos ponemos en marcha sin realizar al menos una reparación de emergencia, para que aguantase hasta Jaca, que estaba a unas dos horas de camino. Esta contrariedad, unida a la necesidad de comprar un par de zapatillas para sustituir las de Antonio, destrozadas en la Jornada anterior, terminó por evidenciar que la jornada debía dedicarse al mantenimiento de nuestro material, y que ya no sería posible montar en bicicleta ese día entre una cosa y otra llegamos a Jaca justo a la hora de comer, dando cumplida cuenta del menú que nos sirvieron en el Aparta hotel Mallo Blanco, donde nos alojamos. En el viaje entre la Selva de Oza (Hecho) y Jaca disfrutamos de los paisajes del río Aragón, y en las proximidades de Jaca se podía divisar el pico Collarada (2.800 metros), cerca del collado de lzás, donde debíamos encontrarnos, de no haber sido por el forzado cambio de planes. Las horas que pasamos en Jaca transcurrieron muy rápidamente. Una rápida ducha, ligero repaso del vídeo que estibamos grabando y, a continuación, a fabricamos una nueva baca. La que se había roto tenía un grosor de 1 mm. en las paredes del perfil de hierro. Tras recorrer varios talleres de forja, sin encontrar el perfil de 2 mm. que buscábamos, nos conformamos con uno de 1,5 mm., atravesado por un tubo, lo que proporcionaba una consistencia adecuada al conjunto. Con los materiales adecuados, terminamos la "fabricación" en poco más de media hora a continuación faltaba la compra de las zapatillas, pagadas bastante más caras de lo que habrían salido aquí en Ceuta.




El resto de la tarde que nos quedó libre lo dedicamos a comprar algunos recuerdos. Quien haya estado alguna vez en Jaca sabrá que es una animada capital de comarca, siempre agradable de visitar, pero especialmente en invierno. Durante nuestra visita el tiempo era caluroso, y el paisaje quizás por ello, no tenía un gran esplendor. Lo mejor de la jornada era volver a vernos en la civilización, pues el choque de los días anteriores con la grandeza y la soledad de la montaña había sido un tanto brusco para nosotros, y aunque en los refugios habíamos tenido comida y bebida, no podía compararse con los buenos tanques de cerveza de Jaca, y sus longanizas. A la mañana siguiente nos pusimos en marcha hacia el valle del río Bujaruelo, que al igual que el del cercano río Arazas, más conocido como Valle de Ordesa, alimentan al río Ara, que se une posteriormente al Cinca, antaño famoso por sus truchas. El Cinca, por fin desemboca en el Ebro, siendo uno de sus principales afluentes.



Nuestro itinerario era Jaca-Sabiñanigo. Puerto de Cotefablo-Torla-Valle de Bujaruelo. En el pequeño valle de Bujaruelo tan sólo hay un camping-refugio, de construcción reciente, y una antigua casa de campo, utilizada también como refugio, de más de un siglo de antigüedad, situada en uno de los rincones más bonitos del valle. Nosotros optamos por la casa de campo, en la que dejamos equipaje y bicicletas, y nos fuimos sin pérdida de tiempo a visitar el Parque de Ordesa. De camino, en el camping compramos bocadillos que echamos a la mochila, único sustento hasta bien entrada la tarde. En el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido actuamos como cualquier turista lo habría hecho. Todo lo que veíamos nos encantaba, así que no cesamos de hacer fotografías y grabar vídeo.
En realidad el Parque es mucho más extenso que la zona accesible para el turista medio. La zona protegida comprende las montañas de más de 3.000 metros que rodean el valle del río Arazas, así como las que rodean el valle de Añisclo, surcado por el río Vellós, con el famoso "Cañón de Añisclo", mucho menos visitado que la atracción estrella del Parque que es, como hemos dicho el valle del Arazas, que popularmente es denominado simplemente "Ordesa". Ante nosotros teníamos, pues, el Valle de Ordesa, que discurre de este a oeste, con unos 13 kilómetros de longitud y una anchura comprendida entre los 700 metros en la cabecera del valle, la parte más alta del curso del río, y un ancho de unos 1.500 metros en su parte baja, por la que se accede al aparcamiento, más allá del cual no se puede transitar en ninguna, clase de vehículo. Todo el valle está cercado por unas imponentes paredes rocosas de unos 1.000 metros de altura. Desde el norte desciende el Barranco de Cotatuero. Las paredes de la orilla norte son completamente, verticales, y en ellas apenas crece vegetación. Las paredes de la orilla sur son asimismo verticales, pero tienen una especie de cornisa, donde crecen numerosos árboles. Esa cornisa, llamada Faja de Pelay, que mas adelante recorrimos, no es visible desde la entrada del Valle, porque está situada a 700 m. por encima de nuestras cabezas. El efecto que produce es que te preguntes cómo ha podido, crecer tamaña vegetación en un lugar tan inaccesible. Por encima de la Faja de Pelay, se alzan las paredes verticales y desnudas otros 200 m. de altura.


Comenzamos a recorrer una pista apta para vehículos todo terreno, que discurre paralela al río, a través de un bosque. Esta pista no tiene ninguna dificultad, y la recorre gente de todas las edades. De vez en cuando encuentras una fuente, e indicadores que te dirigen hacia sitios dignos de ver, como el Barranco de Cotatuero o la Cascada del Estrecho. Si se quiere llegar hasta la cabecera del valle y teniendo en cuenta que se hacen muchas paradas para hacer fotografías, refrescarse en una fuente, o admirar una cascada, hay que seguir los carteles que nos dirigen al Circo de Soaso, donde se encuentra la cascada de la Cola de Caballo. Hacia la mitad del recorrido es una maravilla detenerse en la Cascada de La Cueva. En esta cascada te puedes sentar "Tranquilamente" a la orilla, mientras que a un metro de tus pies el agua cae 50 metros de altura. Hacia las tres cuartas partes del recorrido de ida ya se divisa perfectamente la cabecera del valle, formada por el Circo de Soaso, una muralla de piedra de 400 metros de altura por la que es necesario trepar, con la ayuda de unas clavijas colocadas en la roca, en caso de dirigirse al Refugio de Monte Perdido. También puede divisarse cl propio Macizo de Monte Perdido, con sus tres cumbres fácilmente reconocibles: Cilindro, Monte Perdido y Sun de Ramón.




En la parte izquierda del circo está la Cascada de Cola de Caballo, que se puede contemplar en su esplendor desde una distancia de unos 100 m. mientras se descansa y se examina con la vista el recorrido de regreso. Para regresar se puede volver por el mismo camino, o por la Faja de Pelay. La Faja es un camino ascendente, mientras que el camino del río desciende, de tal forma que ambos caminos discurren en paralelo, pero con una diferencia de nivel que aumenta constantemente. Aunque ya era un poco tarde, Paco Garciolo, que estaba hambriento de montaña, después de las jornadas pasadas en el coche como conductor, no quería bajar más que por la dichosa Faja de Pelay, así que nos pusimos en marcha. Abreviaremos diciendo que si bonita fue la ida, la vuelta no se quedó atrás. Ascendimos hasta 2100 m. de altura, viendo a vista de pájaro el fondo del Valle, 700 m. bajo nuestros pies. Hay un par de pasos en los que el camino se estrecha, y más vale no pensar en el peligro de caer cientos de metros.



El descenso desde el Refugio de Cazadores hasta el aparcamiento es prácticamente cortado. Para suavizar la pendiente se baja en diagonal, recorriendo 2 Km. para bajar 700 m, y empleando en ello dos horas. Es un recorrido muy peligroso y con mucho riesgo de caída de piedras. Garciolo fue el "sherpa" que nos guió en el descenso. Terminamos el recorrido del Valle al anochecer, justo a tiempo para cenar y dormir en los sacos, sobre las literas del refugio, del que éramos, junto con los guardas, los únicos habitantes.
4ª ETAPA:
(Refugio de Bujaruelo-Escalona) En la mañana del día 15 de junio, con un tiempo maravilloso, y ropa ciclista de verano nos dispusimos a recorrer la parte del Parque Nacional de Ordesa abierta al tráfico. Al hablar de la etapa anterior ya dijimos que la zona denominada popularmente "Ordesa", frecuentada por los turistas, y donde no se permite ningún tipo de vehículos, incluidas bicicletas, es el valle del río Arazas, pero que el Parque es mucho más extenso. Por una carretera local se accede desde Broto a los ya casi deshabitados pueblos de Nerin y Fanlo, la Sierra de las Cutas y el valle de Añisclo. A los pocos minutos de la salida llegamos por la pista del Valle de Bujaruelo al camping, donde desayunamos y realizamos algunas tareas de mantenimiento: cambio de pedales automáticos por pedales normales, cambio de una cámara pinchada, y ajuste de frenos. Unos instantes más tarde llegamos a la carretera que recorre todo el valle del río, Ara, con la conocidísima zona del Parque de Ordesa frecuentada por turistas, en su parte superior, y las poblaciones de Torla, Broto, y Sarvisé, a medida que se va descendiendo el valle. En Torla volvimos a parar para comprar en la farmacia un medicamento para un pequeño herpes que le había salido a Salvador en el labio, y ya aprovechamos para llamar a Ceuta, encargando a la esposa de Paco que se pusiese en contacto con las de los demás para decirles que estábamos bien Continuamos descendiendo por el valle, atravesando la población de Broto y llegando a Sarvisé, donde empezamos una ascensión de 450 metros para llegar a Fanlo. Allí disfrutamos de una buena vista sobre la Sierra de las Cutas, un bello paisaje, a pesar de estar desprovisto de toda vegetación, Llanos de Benasque, cerca de Cerler, muy distinto al espectáculo que ofrece el Pirineos navarro, que habíamos dejado atrás hacia pocos días con sus magníficos bosques.



El pequeñísimo municipio de Fanlo está como el de Fanlo, está absolutamente deshabitado en invierno y recibe en verano la visita de tres o cuatro familias que aún conservan una casa en el pueblo, después de haber tenido que abandonarlo, como tantas otras zonas rurales han sido abandonadas, emigrando sus habitantes a la ciudad. Afortunadamente para nosotros, también había un pequeño merendero, en el que tornamos algo de "carburante" de longaniza, huevos y patatas. En el descenso siguiente, dejamos a un lado el pueblo de Nerin, tan despoblado como el de Fanlo, y disfrutamos durante unos 24 Km. de la bajada por desfiladeros excavados por él agua en la roca. Estábamos en la zona del cañón de Añisclo, excavado por el río Vellós. La sombra de las paredes entre las que íbamos encajonados hacia descender la temperatura, que era muy calurosa, la carretera descendía haciendo curvas que presentaban alguna dificultad para la bicicleta de montaña, lo que hacía más atractivo el descenso, de vez en cuando atravesábamos algún puente, resultando, en definitiva, un recorrido digno de repetir. El recorrido terminaba en escalona. A partir de ese punto entramos en un ancho valle, de buena carretera, por lo que unos kilómetros más adelante subimos las bicicletas al coche, para dirigirnos a Benasque, final del trayecto del día, y principio del bonito recorrido a Cerler del día siguiente.



5ª ETAPA:

(Benasque-Cerler-Ampriu) En nuestro anterior número contábamos que habíamos llegado a la población de Escalona, tras recorrer el Valle de Añisclo, que forma parte del Parque Nacional de Ordesa. Eso sucedía en la tarde del día 16 de junio. Continuando nuestro camino pronto llegamos a la bonita población de Aínsa, capital de la comarca del Sobrarbe, y ciudad con un imponente casco antiguo, perfectamente conservado en el que destaca su plaza. Tras una breve estancia en Aínsa continuamos camino para llegar a Benasque, lugar donde pensábamos alojamos. A nuestra llegada a Benasque, en el bonito Valle de Ésera, no pudimos resistir la tentación de continuar ascendiendo mientras hubiese luz solar para disfrutar de un paisaje espléndido, pues estábamos en el centro de Los Pirineos, una cordillera que se transforma con cada cambio de valle, y que ahora nos sobrecogía con sus macizos de más de 3.000 metros de altitud. Finalmente llegamos a los Llanos del Hospital de Benasque, refugio de caminantes que atravesaban el puerto de Benasque desde el valle francés de Gavarnie. Al fondo de los Llanos del Hospital, en los que nace el río Ésera, está la crestería de Los Portillones, cerrada en su parte inferior por el Pico de la Renclusa y en su parte superior por las Maladetas. Al pie del Pico de la Renclusa se encuentra el refugio del mismo nombre. que sólo es accesible a pie y a donde se transporta el suministro a lomos de mulo. Es una zona bien conocida de los montañeros, pues desde los llanos o desde La Renclusa parten las excursiones que, atravesando Los Portillones, se adentran en el glaciar perenne del Aneto y terminan en este Pico, el más elevado de la cordillera Pirenaica, con 3.404 metros. Nosotros no perdimos la ocasión de realizar una bajada preciosa en bicicleta hasta el Hotel-Refugio de los Llanos del Hospital, cuya construcción finalizó en diciembre de 1993. El Hotel-Refugio es, en realidad, el antiguo Hospital de Benasque restaurado y ha sabido armonizar comodidad con conservación del medio ambiente y respeto al estilo tradicional. La planta baja tiene restaurante y bar-cafetería, la primera planta está dedicada a Hotel, y la segunda planta, de techos abuhardillados, es el Refugio. La decoración es de lo más interesante: antiguas fotografías del zaragozano Ezquerro, en las que se puede ver el aspecto del antiguo Hospital, con sus cuadras y el personal que lo atendía; esquíes y raquetas de nieve antiguos y cuadros de cerámica.



Al estar completo el Hotel nos alojamos en el Refugio, en una habitación que, salvo por el hecho de ser colectiva y con literas, no tenía nada que envidiar a una habitación de hotel. El Refugio dispone de su propia zona de estar, típica y confortable, y unas maravillosas duchas. La cena fue realmente sorprendente. Por increíble que parezca, estando a 2.000 metros de altura cenamos una suculenta sepia a la plancha, recién traída desde Santander. El personal del Refugio nos trató con exquisita amabilidad, pues se volcaba con todos los clientes. Hacia las 12,30 nos fuimos a dormir, excepto los Pacos, que se hicieron unos cubatillas. Posteriormente, a las cuatro de la madrugada apareció una excursión de seis u ocho madrileños, que nos incordió un poco (inconveniente de todo refugio), y de madrugada el sol se encargó de despertarnos pues teníamos unos "encantadores" ventanales sin persianas, contraventanas ni cortinas. Entre las 8 y 9 de la mañana preparamos las bicicletas, cambiamos un pedal a la de Paco, y también los de Antonio, normales por automáticos, después de solucionar unos problemas con las calas. Tras desayunar emprendimos la marcha por el camino viejo de Benasque. En seguida encontramos los Baños de Benasque, balneario de aguas termales, muy abundantes en la alta montaña. Continuando el camino, encajonado entre la ladera de la montaña y el río, atravesamos dos camping, y al cabo de unos 10 Km. nos incorporamos a la carretera general, que descendimos hacia la desviación para Cerler y la estación de esquí situada en el Ampríu.




La ascensión al Ampríu, con un desnivel de 740 m. que empezamos hacia el mediodía era nuestro siguiente objetivo. En sus rampas de un 10 % de pendiente se han sentenciado varias vueltas a España. En la Vuelta de este año el ganador de la etapa fue Tony Rominger. En los 4 primeros kilómetros se sube desde 1.200 metros hasta el pueblo de Cerler, el más alto del Pirineo Aragonés, a 1.520 m. A partir de Cerler, y hasta llegar al Ampríu, a 1.940 metros, se ascienden purísimas rampas con pintadas de ánimo a los ciclistas españoles, algunas dirigidas a Fernando Escatín, ciclista aragonés, de Barbastro, así como a Lale Cubino, Montoya y, la mayoría, a Perico Delgado. Una vez en el Ampriu conversamos con los mecánicos que estaban efectuando el mantenimiento de los telesillas y nos dedicamos a recuperar fuerzas comiendo ligeramente y reconocer algunos puntos importantes, como el Pico El Gallinero, el más alto de la zona. A continuación bajamos a Benasque a una velocidad alucinante, dando pedales, y arriesgadonos a salimos en una curva, y es que había bastante pique entre nosotros. En Benasque cargamos las bicicletas en el coche y fuimos a comer al restaurante La Parrilla, uno de los lugares de los que previamente teníamos buenas referencias. Allí nos informaron de que Antonio, un lector del boletín que publicábamos, que estaba informado de que seguramente comeríamos en La Parrilla, había llamado para desearnos un buen viaje. Aparte de disfrutar de una buena comida, recibimos una fenomenal acogida por parte de la familia propietaria del local, unos simpáticos maños, con un buen repertorio de chistes.




Poco después salimos hacia Viella, a través de Castejón de Sos y Las Bordas. Llegamos, al Valle de Arán, hacia las 19,00 horas, atravesando el túnel de Viella, el segundo más largo de Europa, con más de 5 kilómetros de longitud, y que está en mal estado, debido a su antigüedad, pues data de los años 40. En la boca norte del túnel nos sorprendió una fuerte tormenta con lluvia y granizo. Rápidamente hicimos una visita al Baix Arán, la parte baja del Valle, fronteriza con Francia, siguiendo el curso del río Garona, con su gran caudal, hasta llegar al pueblo de Bossost y la frontera con Francia. En Viella, ocupamos nuestras habitaciones en el Hotel De la Vall, nos duchamos y salimos rápidamente a cenar. Para la cena elegimos un restaurante en Unha (Alto Arán), en el que degustamos los platos típicos del Valle: la olla aranesa, una especie de cocido con pastas y abundante chacina, que acompañamos con paté de gamo y chuletas de cordero. Viella es una localidad turística, ideal para actividades invernales y estivales, que lamentablemente, encontramos en temporada baja. Esta capital del Valle de Arán (La Val D'Aran) está situada a 974 m. de altitud entre los ríos Nere y Garona. Está rodeada por doce pueblos, algunos absorbidos, denominándose a todo el conjunto Mijaran (Medio Arán). Así, vemos en las laderas de las montañas multitud de pueblecitos con sus iglesias con campanarios de forma octogonal.


Garciolo
6ª ETAPA:

(Pla de Beret- Esterri de Aneu) En la mañana del 17 de junio, al salir, del Hotel De La Val, para iniciar nuestra 6ª etapa, pudimos apreciar a la luz del día toda la belleza del Valle de Arán. Situado en el glaciar cuaternario del Garona, en el corazón de Los Pirineos, está limitado por tierras francesas, aragonesas y leridanas. Su clima es atlántico, al contrario de lo que ocurre en los valles colindantes, que tienen clima mediterráneo. La abundancia de precipitaciones, que son de nieve en invierno y la suavidad de las temperaturas hacen que las elevadas sierras del Valle aparezcan cubiertas de una frondosa vegetación. El Valle aparece surcado por multitud de ríos y lagos. Después de desayunar en el mismo hotel subimos las bicicletas al coche, así como el resto del equipaje y salimos para Pla de Beret. De acuerdo con el programa que habíamos preparado, debíamos terminar esta última etapa hacia las dos de la tarde, para emprender el regreso a Ceuta después de comer. Ello nos permitiría llegar hacia medianoche a las inmediaciones de Madrid, para descansar en la tienda de campaña "Hotel Garciolo" unas horas y estar en Algeciras el día siguiente hacia media tarde, para embarcar.

 
Savador

La etapa programada consistía en un recorrido de unos 40 Km., que desde los 2.000 metros de altura del Pla de Beret descendía hasta Esterri de Aneu, por una pista que transcurre paralela al río Noguera Pallaresa, cuyo nacimiento, al igual que el del Garona está en el Pla de Beret. Recorrimos en el coche los aproximadamente 20 kilómetros que separan Viella de Pla de Beret, pasando por los pueblos de Escunhau, Artiés, que posee unos baños de aguas termales, Salardú y la estación de esquí de Baqueira, donde se separan la carretera que va al puerto de la Bonaigua por el valle de Ruda, y la que sube a Pla de Beret. Sobre las diez de la mañana llegamos al final de la carretera, en una llanura a 2.000 metros, donde nacen los ríos, y sobre la que se eleva el Cap de Beret, cuyas laderas son actualmente pistas de esquí. Rápidamente desmontamos las bicicletas, arreglamos frenos a una de ellas e hicimos unos pinitos subiendo las pistas de esquí, a modo de calentamiento. La bajada comenzaba con una pista ancha que se introduce rápidamente en un bosque. Esta pista desciende hasta Montgarri por la margen izquierda del Noguera-Pallaresa y continua hasta Esterri de Aneu, nuestro punto de destino. Un camino regresa desde Montgarri por la margen derecha del río. En invierno el recorrido Pla de Beret-Montgarri-Pla de Beret, que totaliza 20 Km., se utiliza como circuito de esquí de fondo y escenario donde se realiza la popularísima "Marcha Beret". A unos seis kilómetros la pendiente aumenta y la pista empeora, aunque permite perfectamente la circulación con las MTB y el todo terreno que nos sigue y al mismo tiempo nos va grabando. Habíamos llegado al pueblo de Montgarri, con su Santuario, lugar que merece una visita detenida.

Antonio
El entorno del Santuario es de una gran belleza. Llegamos al lugar atravesando en bicicleta un pequeño puente de madera. Data del año 1117 y fue muy popular durante siglos en toda la comarca. Anualmente se celebra una romería, lo que hace que el lugar no esté totalmente abandonado, y se está haciendo una restauración en los edificios. El acceso de Montgarri a la pista tiene mucha pendiente, obligándonos a utilizar todos los desarrollos de la bicicleta y a hacer un gran esfuerzo. Existe un camino que de nuevo sube hasta Pla de Beret, por la otra margen del río, cerrando así el circuito de esquí de fondo. A continuación el camino empeora y en muchos tramos lo cruzan múltiples arroyos. Era la época del deshielo y los cursos de agua iban todos crecidos. De todas formas conseguimos cruzar todos los arroyos montados en la bicicleta, c incluso Garciolo se atrevió en uno de ellos. Ahí empezó el nacimiento de Garciolo como Betetero, y su bautizo fue en la subida a los molinos (El Pulidón) tarifeño.

Pasada la zona de arroyos, el camino se ensancha, la pendiente disminuye, convirtiéndose primero en una buena pista en la que hay que ir dando pedales. Hacia el kilometro treinta y cinco de nuestro recorrido la pista se transforma en una carretera en muy malas condiciones. Así llegamos al pueblo de Alós de Isil, que como tantos otros pueblos está actualmente despoblado en invierno y algo más animado en verano, por la visita de los que tuvieron que abandonarlos a sus lugares de origen. En su pequeña plaza nos refrescamos con la sabrosísima agua de su fuente. A la salida de Isil quemamos nuestras últimas energías, dirigiéndonos a toda velocidad a Esterri de Aneu, no sabemos si por lo cómoda que había sido la etapa y nuestras ganas de sudar la camiseta, o porque ya el buen apetito que normalmente poseemos se iba adueñando de nuestros cerebros.
Pronto satisficimos ese apetito en Esterri, pues a nuestra llegada al pueblo fuimos derechos al primer restaurante que nos recomendaron. Tras la comida nos quedaba aún un largo recorrido, de más de 1.300 kilómetros hasta Algeciras, que había que comenzar cuanto antes. Aumentado por las curvas del camino el sopor de la digestión se apoderó de todos los pasajeros durante un par de horas. Hacia las 7 de la tarde hicimos una parada en un área de servicio en Zaragoza. La siguiente parada fue a la salida de Guadalajara, para cenar. Continuamos el viaje y dormimos en la tienda de campaña hacia las 12 de la noche. A la mañana siguiente, sin hacer más parada que una para desayunar y otra en Sevilla para comer unos bocadillos, llegamos a Algeciras a coger el barco de media tarde, y colorín colorado esta aventura se ha acabado.

Paco Astorga
Fin de la aventura












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