domingo, 22 de noviembre de 2009

6ª Etapa Camino de Santiago



PONFERRADA - PORTOMARÍN


Autores:
Arturo Murcia
Francisco Astorga
DESPLAZAMIENTOS:
COMIENZO DEL CAMINO
CEUTA -BURGOS
BURGOS – RONCESVALLES
EL REGRESO DE LOS PEREGRINOS

ETAPAS:
RONCESVALLES – ESTELLA
ESTELLA – BELORADO
BELORADO – FRÓMISTA
FRÓMISTA - LEÓN
LEÓN – PONFERRADA
PONFERRADA – PORTOMARIN
PORTOMARIN – SANTIAGO DE COMPOSTELA

DATOS DE INTERES:Según nuestros velocímetros.
Kilómetros recorridos, 113.70
Medía alcanzada, 13.40 Km. h.
Tiempo real en la Bicicleta, 8 horas 29 minutos.
Kilómetros acumulados: 661.00
Nuestra llegada ante el hostal fue un poco decepcionante, pues la zona donde se ubicaba no era muy bonita, y la entrada junto a un restaurante chino, echaba un poco para atrás.
El hostal estaba situado en la segunda y tercera planta de un edificio antiguo. Como yo fui el que realizó las reservas, subí para dar mi nombre y me encontré una pequeña recepción regentada por un individuo de aspecto extraño y comportamiento hosco, pues hasta ahora en todos los lugares donde llegábamos nos preguntaban que qué tal nos había ido el día. Este me dio las buenas tardes y poco más.


Ante esta decepción, y la pinta tan vieja que tenía todo el conjunto, Paco decidió primero echar un vistazo a las habitaciones, y al comprobar que aunque el mobiliario no era antiguo, todo estaba limpio, y decidimos quedarnos.
Después de dejar las bicicletas en una especie de sótano y de ducharnos, salimos a cenar. Fuimos a una placita y nos sentamos en una terraza donde pedimos unas raciones variadas. Fuimos atendidos por una simpática "chavala" llamada Ani, que le hacia mucha gracia nuestro acento, además se portó estupendamente pues nos puso un montón de "culillos de vino" que ni siquiera nos cobró. Desde aquí le damos las gracias pues nos hizo pasar un rato agradable.

 



A la mañana siguiente salimos casi amaneciendo pues sabíamos que teníamos la gran prueba del camino, lo que todo el mundo nos había puesto como el “coco”, el famoso y temido 0 Cebreiro, que si bien su altitud no es espectacular si lo son sus empinadas rampas que en muchas ocasiones llegan al 18%. Como os decía, salimos muy temprano, y en aquel momento hacía más frío que fresco y tuvimos que parar y abrigarnos bien.
La carretera nacional estaba muy transitada, pues Ponferrada es la capital del Bierzo y la gente se desplaza a esas horas para ir a trabajar. Anduvimos un buen rato y el frío nos hizo buscar un lugar donde tomar algo caliente. Paramos en un bar de carretera, pero era tanta la gente que había que tuvimos que seguir camino sin tomar nada, hasta que más adelante volvimos a intentarlo y en una estación de autobuses antes de llegar a Villafranca del Bierzo, pedimos unos Cola-Caos y unas tostadas con mantequilla, por aquello de tomarlas con la famosa mantequilla leonesa, pero tuvimos la mala suerte que la que tenía aquel individuo estaba rancia.
Terminado el frustrante desayuno nos subimos nuevamente en nuestras máquinas para ir acercándonos inexorablemente al reto del día. Atravesamos el único túnel del camino y volvimos a hacer uso de los pilotos de destellos, que desde el día de la niebla subiendo el puerto de la Pedraja, no habíamos vuelto a usar.
Camino de Vega de Valcarce la presencia de peregrinos es constante, y el paisaje es verde y frondoso ya que circulamos cerca del río del mismo nombre. Continuamos por carretera bajo grandes construcciones de la autovía que comunican Galicia con la Meseta.
Poco antes de entrar en la Herrería paramos en la farmacia para comprar algunos productos, junto a esta, había un bar que estaba vacío y mas tarde pudimos comprobar el motivo. La verdad es que ganas de tomar algo no teníamos, pero de entrar al servicio si, así que Paco pidió permiso para usarlo. Cuando terminó le dije que ahora me tocaba a mí y me comentó que al dueño no le habla hecho mucha gracia eso de usarlo sin consumir.
Como mi próstata me obligaba a ciertas urgencias, decidí intentarlo, y después de una mirada asesina obtuve el beneplácito del dueño. Tras de mí, José Mª. pretendió lo mismo, y persuadido por nosotros, desistió y orinó en mitad del campo, pues hubiese sido una pena que a esas alturas de nuestra aventura, hubiésemos tenido una baja por deglución, pues si hubiese entrado un tercero con la intención de orinar sin consumir, se lo hubiese comido.

Al pasar por delante del pequeño hotel llamado el Bierzo, este me trajo buenos recuerdos del viaje que tres años antes había realizado por esa zona con mi mujer y uno de mis hijos.
Poco después nos encontramos ante un cruce, y al preguntarle a un taxista cual era el camino para subir 0 Cebreiro, nos comentó que ambos nos llevarían, pero que el de peor firme de los dos que veíamos, era el tradicional y más duro. El otro, más suave, nos conduciría también, pero a través del puerto de Piedrafita. En ese momento vimos volver por el camino que nosotros íbamos a tomar a un extranjero con una estupenda bicicleta de ruta cargado hasta las trancas. eso era, sin saberlo, un augurio de lo que nos esperaba pero decidimos tirar para adelante y abandonar la opción de subir Piedrafita por una rampas más llevaderas.
Antes de empezar "lo bueno", paramos a repostar agua y charlamos con Serafín, un lugareño, que nos comentó que en mitad del camino, debíamos seguir la indicación de la Laguna, como así lo hicimos.
Tras despedirnos de Serafín continuamos, y al poco nos encontramos una mancha gris oscura frente a nosotros, no era otra cosa que el comienzo del puerto y en ese momento comprendimos la huida del extranjero.
Cada uno colocó el cambio a sus posibilidades, yo metí todo lo que tenía y a ritmo de molinillo comenzamos a subir. La temperatura era buena.
Antes de llegar al cruce de la Laguna la pendiente se suavizó un poco, lo cual nos llenó de falsas esperanzas, pues al dar la curva y seguir la indicación de la flecha nos encontramos con la rampa más dura de toda la subida, que seguramente sirvió de referencia para indicar esos porcentajes del 18% que aparece en los libros.


 


Durante el resto de la subida, con rampas en algunos momentos desesperantes, el paisaje fue cambiando y pasamos de un follaje frondoso del comienzo, a una zona de pastos bajos de un verde intenso. Casi todo el rato vamos escuchando el sonido de los cencerros del ganado que se encuentra pastando libremente, y tras una curva nos encontramos a la orilla del camino, a una piara de vacas que comen apaciblemente, son enormes y Juan Manuel tuvo que bajarse de la bicicleta y sortearlas a pie, pues se pararon en mitad del camino y no se quitaban. Sin embargo nosotros tuvimos más suerte.


 


Conforme vamos ascendiendo las piernas se van endureciendo, y el culo cada vez parece que esta más caliente, a estas alturas José Mª. y Juan Manuel han tomado ventaja. Paco como siempre a su bola, sacando fotos y sin que parezca que el puerto va con el. Y yo. a mi ritmo tranquilo. me da tiempo a pensar que quizá este subiendo el puerto más duro que me he encontrado en mis días de ciclista, disfrutando al mismo tiempo de unas vistas impresionantes, pues estamos abandonando las tierras leonesas del Bierzo, para adentrarnos en tierras gallegas.


 


Después de una pequeña parada para beber con tranquilidad, seguimos y coronamos por fin el puerto, inmortalizando el momento, en un monolito donde han puesto un mapa con todos los caminos, tanto europeos como orientales, que confluyen en Santiago.


 


Tras la foto paramos en la aldea que hay en la cima del puerto, y en la entrada a su santuario compramos unas cerezas y manzanas que comimos con gran deleite, pues tras el esfuerzo realizado era lo que mejor nos sentaría.



Salimos de 0 Cebreiro pues aunque el lugar invitaba a quedarse más tiempo, aun nos quedaba una dura jornada por delante, así que pusimos rumbo al alto de San Roque de 1270 m. de altitud, donde llegamos tras subir algunos repechos que no nos impresionaron después de lo que habíamos dejado atrás.


 


En el alto, nos fotografiamos en un monumento al peregrino y aprovechamos para hacernos unos bocadillos pues ya había llegado la hora de almorzar. Mientras estábamos allí, charlamos con un grupo de chavales que con sus profesores estaban haciendo parte del camino en bicicleta, y con un furgón de apoyo.


 


Terminado el bocadillo, reemprendimos la marcha, y tras una pequeña bajada afrontamos el alto Do Poio de 1350 m. que tampoco fue demasiado duro. Seguimos por una zona rompe-piernas donde el viento frío y la altitud nos hicieron abrigarnos de nuevo.


 


Tras una buena y tendida bajada fuimos circulando por una zona de toboganes en un marco típicamente gallego. A nuestro alrededor se veían suaves lomas de verde hierba, donde pastaban tranquilamente multitud de animales. La verdad es que el aspecto del paisaje invitaba a salir de la carretera y transitar por el campo, pero el tiempo, como siempre, lo llevábamos justo pues la exigente subida a 0 Cebreiro nos había atrasado un poco, y decidimos seguir por carretera y al día siguiente ya veríamos.



Pasamos por lugares preciosos y a estas alturas del viaje la pericia de Paco para sacar fotos, era de semiprofesional, pues disparaba su cámara en marcha y por su espalda, como podéis comprobar en la foto de la bonita portada del cenobio que veis al margen.



Los cantos de muñeira con sonido de gaitas que empezaron por primera vez en las llanuras castellanas cada vez eran más frecuentes, pues la ansiada ciudad de Santiago ya estaba más cerca como así no lo indicaban con más frecuencia los carteles de la carretera.


 


Conforme transcurría la tarde nos acercamos al cruce de Portomarín, y en el mismo, le preguntamos a un paisano que estaba sentado en su mercedes que si nos quedaba mucho. Nos contestó, con un marcado acento gallego, que tras un pequeño repecho a cuyo pie estábamos, enseguida llegaríamos. Con tan buena noticia nos despedimos alegremente de él sin que antes nos ofreciera alquilar un chalet para pasar la noche, ofrecimiento que desechamos pues le dijimos que ya teníamos reservado en Portomarin.



Nos despedimos y comenzamos nuestro ultimo tirón. El repecho que en principio nos dijo que era pequeño, crecía y crecía por momentos y no se le veía el fin, con lo que empezamos a acordarnos de la familia del paisano.
Recuperados del "repechito", nos esperaba un buen tramo rompe-piernas en ascensión constante. Mi esperanza a esas altura de la tarde, era que tras el último tobogán encontraríamos Portomarin, pero eso tardó un buen rato.
Al final sacamos en conclusión, que no hay que fiarse de los que van en coche y no conocen la realidad de la bicicleta. o, ¿seria que se mosqueo por no alquilarle el chalet?.


 


Tras alcanzar la máxima altura nos esperaba un largo y merecido descenso, que al atardecer nos vino magníficamente. Al concluir este, divisamos el puente sobre el río Miño que se encuentra a la entrada del pueblo, donde coincidimos con una nutrida expedición de colegiales que estaban haciendo el camino a pie.

 


Antes de entrar en Portomarín, nos fotografiamos junto al puente romano que fue destruido por Doña Urraca para frenar a las tropas de Alfonso el Batallador, y que posteriormente fue reconstruido en 1.121.


 


Una vez instalados en el Mesón Rodríguez que tenía unas habitaciones estupendas, y tras la ducha de rigor, hicimos una visita turística por el bonito pueblo, degustamos unos vinos y quesos de la tierra, y después ya, con nuestros estómagos preparados.


 




 







Cenamos a base de un magnífico pote Gallego de primero, y en mi caso, de segundo, un rico bacalao, todo ello, regado con dos botellas de Albariño, que nos dejaron el cuerpo preparado para dormir y afrontar al día siguiente nuestra última etapa, que decidimos hacer totalmente por el camino tradicional, ya que la geografía de la zona se lo merecía.

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